Por más que me guste la literatura francesa, no termino de coger el punto a Michel Houellebecq. Quizá porque los personajes me sean un tanto lejanos (clase media alta francesa y esas cosas) y algo frios, quizá porque plantear un visión de las tres últimas décadas de un país a través de la vida de varios personajes que se van cruzando empieza a ser una fórmula que me aburre (y no está mal planteada en el libro, que conste), o quizá por sus pretensiones filosóficas. Demasiado pretencioso. Pero, de momento, me quedo con dos pasajes del libro. El primero lo transcribo:
"En la historia siempre han existido seres humanos así. Seres humanos que trabajaron toda su vida, y que trabajaron mucho, sólo por amor y entrega; que dieron literalmente su vida a los demás con espíritu de amor y de entrega; que sin embargo no lo consideraban un sacrificio; que en realidad no concebían otro modo de vida que el de dar su vida a los demás con espíritu de entrega y de amor. En la práctica, estos seres humanos han siempre han sido mujeres".
Otra parte de libro con la que me quedo es cuando dos de sus protagonistas se reunen bebiendo Campari; no porque sea un pasaje especialmente bueno, sino por los recuerdos que me trae esta bebida: rebajada con hielo, con su toque amargo, o mezclada con naranja y cointreau, dulce y refrescante, o mi favorita: el Negroni, con vermut rojo y ginebra; pero siempre en la terraza del Minimal, disfrutando de los últimos rayos de sol en Maliaño.
1 comentario:
Madre mía, lo que más me apetece esta tarde es irme por ahía tomar algo y tu post no me ha pusetolos dientes más largos toavía. Por desgracia, todos mis amigos tienen algo que hacer.
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