Me rio cuando dicen que las mujeres somos profundas. He hurgado dentro de mí, escarbado, removido, cavado, hundido mis dedos dentro, muy dentro de mí, usándolos como periscopios en busca de un destello de mi alma y me he dado cuenta de que lo mejor está en la superficie, tan a mano que te lo puedes saltar en un descuido.
De pequeña, me encantaba esconder pequeños tesoros por toda la casa, o por el parque, el patio, donde fuere. Anillos de juguete, cristales y piedras con formas extrañas, muñecos diminutos, cromos y pegatinas, todo envuelto en paquetitos de tela sedosa y brillante. Los dejaba un tiempo enterrados; luego regresaba para recogerlos o comprobar si otro los había encontrado por mí.
Ahora, ya más crecida, me gusta tumbarme sobre la hierba en las noches de verano, la misma hierba que en mi niñez fue la isla donde enterré mi botín, y contemplar las estrellas, los cuerpos celestes.
Me recuesto sobre el rocio con esos cuerpos brillando, ardiendo encima de mí y dejo que busquen bajo mi piel todos los tesoros que oculté en mis días de saqueos y abordajes, que descubran los placeres pequeños y perversos que una vez guardé celosamente para mí sola.
4 comentarios:
Me ha encantado. Yo tengo la sensción que en lugar de tesoros solo he guardado bajo m piel oscuridad y cosas terribles.
Todo el mundo lleva un infierno dentro, doctor, Hellbound on my trail.
Eternos buscadores de tesoros... es el placer de ser uno mismo. Por un lado no quieres que nadie te encuentre/conozca, por otro lado siempre dejas la posibilidad de que alguien hurgue y encuentre. Somos unos tramposos.
No lo hubiera dicho mejor en tan pocas palabras.
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