La manera de ganarnos la vida no siempre nos satisface, si es que lo hace alguna vez. Pero lo que no solemos plantearnos casi nunca es de dónde sale el dinero de nuestros salarios. Una profesión tan respetable como la de médico, se enriquece a costa de la enfermedad y el dolor ajenos. Para curar, podeis decir, pero también para mantenerlos en unos parámetros aceptables que nos hagan depender del dispensador de la medicina. Abogados, jueces, policias... viven de la rentabilidad del crimen, de los contratos no respetados, de los derechos no ejercidos. Como nadie suele salir en defensa de los abogados, no voy a tratar de justificar estas afirmaciones.
Todo esto está más o menos oido, tampoco es una reflexión mía. Pero hay algo menos evidente. ¿De qué viven las floristas? Esas dulces mujeres rodeadas de belleza y delicados aromas, tan inocentes en apariencia financian su negocio gracias a los amantes arrepentidos, al sentimiento de culpa de maridos, hijos y demás familiares, al placer de la conquista y al juego de la seducción. Precisamente por eso, me son tan simpáticas estas modernas sirvientas de Afrodita.
Tal vez se pueda decir lo mismo de otros colectivos, como los joyeros, pero no se puede comparar a quien trata diariamente con frias y caras joyas con quien mantiene vivas las ilusiones de los enamorados en ramos de coloridas y fragantes flores, tan efímeras a veces como el amor que pretenden.
Como decía Jonh Giorno: mil rosas son los cuerpos de mis amantes.
A todas las floristas, un ala y una esperanza.
2 comentarios:
¡Qué bellas palabras! A mi florista preferida la van a encantar...Tremendo como estaba Mick, su visionaria chaqueta me la pido para reyes...
Y por mucho que nos hagamos los duros, cuantos no hemos suspirado por abrir un día la puerta de casa y darnos de morros con un enorme ramo de rosas rojas ocultando al ser amado???
Ains, que me pongo tierna!
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