De niño, tanto mis padres como a mis maestros se sentían orgullosos de que me encantase leer. Con los años sigue encantándamo, pero esa virtud lectora ha sido puerta de innumerables vicios. Y es que suelo encontrar pasajes en los libros que despiertan mi natural curioso. Un último ejemplo: voy terminando el clásico Beau Geste, de P.C. Wren, libro que elegí para que el tiempo pasase rápido en los transportes públicos este verano debido a la inolvidable película de Gary Cooper. En él se pueden encontrar miles de ideas elevadas en torno a la amistad, el honor, la aventura, el sentido del deber, y otras tantas desgraciadamente caidas en desuso. Sin embargo, subrayo esta receta:
"El local de Mustafá era un café árabe, donde nos dieron un café espléndido y muy barato: espeso, negro y dulce, con un toque de vainilla, de aceite de hachis y opio, de esencia de naranja y otros sabores". Me conformaría con llevarme un termo al trabajo con un café que reuniera, al menos las tres primeras condiciones. Aunque una vez probé, en Barcelona, un café con naranja y clavo que era excelente.
En fin, todo esto no se aprende viendo la tele ni escribiendo en blogs, así que voy a continuar con lo mío.
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