Hoy, sin ningún motivo en particular, he recordado un libro que leí hace tiempo. Era una biografía sobre Sir Richard Burton. No, el actor no, el otro, el de las fuentes del Nilo, las Montañas de la Luna, la Ciudad Perdida de Harar, La Meca... Vamos, que lo disfruté durante unos meses.
En uno de los primeros viajes, al hablar de la región del Sindh, en la India, describía cómo las familias mataban a sus hijas ahogándolas en un charco de leche, a veces "endulzada" con opio. Sí, es un acto horrible, generado tal vez por causas económicas, culturales, religiosas, quién sabe.
Sin embargo, esconde cierta ternura, cierta "humanidad". Conscientes, quizá, del crimen, de quitar la vida a una inocente, parece que intentaban hacerlo de una forma más suave. Sinceramente, no creo que alivie ahogarse en leche más que en otro líquido, pero el caso es que alguien capaz de semejante acto, a la vez, demuestra compasión, cariño (es extraño usar esta palabra aquí) o arrepentimiento.
Y esta es la conducta verdaderamente humana: la de ser capaces de lo mejor y de lo peor al mismo tiempo, de mostrar una crueldad infinita al lado del gesto más caritativo.
Ya lo dijo el poeta: "ángel fieramente humano"
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