domingo, 2 de mayo de 2010

Bares

Se acabaron los cafés a media mañana en el Oporto. Cómo me gustaba entrar en este pequeño y estrecho barde la calle Lealtad y que el camarero ya estuviera preparando el café tal y como me gusta, sin importar la clientela que hubiera en la barra. Ése es uno de los pequeños detalles que distinguen a los buenos profesionales.

Con el tiempo me he ido dando cuenta de que paro en los bares por la gente que los lleva. Ya he hablado varias veces del Minimal, en Muriedas; hoy es casi más un refugio espiritual para mí, pero la exquisita educación y la preocupación por servir la mejor copa, el mejor café, hacer sentir al cliente a gusto, ha sido y es una de sus señas de identidad que me engancharon desde un principio. Además está el gusto por el arte, la música, las buenas conversaciones y tertulias, la tranquilidad y esa maravillosa y fresca terraza. Pero hay otros: el Doble Arte, en Magallanes; no termino de entender porqué uno de los pocos sitios donde se programa de manera continuada música en directo, con un trato amable y destreza a la hora de tirar cañas, sigue estando tan poco considerado. La Tertulia, en Santa Lucía: es imposible sentirse solo allí, siempre te atienden con la mejor de las sonrisas y sigue teniendo una de las mejores cartas de cafés de la ciudad. El Rubicón, el la calle del Sol: bueno, ya es todo un clásico, y reconozco que sus camareros tienen fama de bordes y me han mandado bajar la voz en más de una ocasión, pero han sido muchos los buenos momentos. El Dolmen, justo en frente: todo un espectáculo lo que es capaz de hacer este hombre... Reconozco que es el principal motivo por el que paro allí, aunque también es un buen sitio para bailar. El Metropole, en la misma calle: gracias a las sesiones de la gente de ANDN y Plastic DJ's se ha revitalizado en los últimos tiempos; un buen lugar para acabar la noche.

Es cierto que cuatro de los bares que menciono están en menos de cuatrocientos metros, pero creedme, no es por pereza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Habías uno que se llamaba "El Desatino" en Peñas Redondas... Que divertido aventurarse en esos mundos...

EL CHICO GRIS dijo...

Pequeños refugios... yo de por aquí echo de menos las jarras de cerveza de La Parada y sus interminables pipas.

Saludos, monsieur.

Canichu, el espía del bar dijo...

es que lo mejor de un bar es la gente y sus historias.