jueves, 23 de abril de 2009

La noche que crucé el Rubicón


Dí media vuelta y el mundo entero giró conmigo flotando en vino. Desde la pared, Margot Fonteyn abría los brazos ofreciendote como un regalo. Ni todo el humo del bar podía esconderte. Tambaleandome pero decidido, pude rescatarte del bullicio y huir juntos calle abajo.

Y dejo la historia abierta porque, a la luz del amanecer, no le veo el final.





4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te invito a un danzarín final, recuerda los pasos de tu última coreografía sable en mano y sabrás salir adelante... Tú que conoces, ¡disfruta!

Anónimo dijo...

Me consta que la noche del martes cruzaste el Rubicón, mi pato Alberto y yo tratamos de saludarte desde la pecera cuando te ibas, pero no nos hiciste caso, estabas tránsido de emoción con tanta poesía.

Isidro R. Ayestarán dijo...

Cuántas noches bebiendo bajo esa inmensa fotografía... esa mirada que se clava en mi alma atormentada de escritor bohemio y decadente...
El rubicón, Margot con los brazos extendidos, el humo, el bullicio...
Y un baile a la luz de las estrellas mientras nos perdemos por los aledaños de la calle Sol.

En fin, que hoy me he puesto sensiblero, qué le vamos a hacer.
He descubierto hoy tu blog y voy a pedir al conserje la llave de mi habitación.

Un saludo afectuoso
Nos vemos en el Rubicón

Bardamu dijo...

Héroe: bailar y pegarme es lo único que he hecho en mi vida, con mejor o peor fortuna.

Enigmala: no te ví, pero por puro despiste... Estoy esperando que tus mascotas me den una lección de cuentap**

Isidro: bienvenido. Veo que todos habeis identificado perfectamente el bar, pero tengo que aclarar que me permití la licencia de poner como bailarina a quien me dio la gana. La del Rubicón no es Margot; otro día hablaré del tema. Un saludo.