No soy persona de muchos caprichos, pero cuando me apetece algo, me apetece, y la vida me ensañe que no puedo pensármelo dos veces. El último antojo son unas Converse azul turquesa. Llevaban todo el mes en el escaparate, el útimo par y de mi número a 19,99 €. Me decido a comprarlas (las únicas playeras que tengo me las dieron de publicidad y están rotas, tampoco pido tanto), entro a la tienda sin verlas el escaparate (sospechoso), me acerco al mostrador y allí están; pregunto por ellas y me dicen que las acaba de comprar un cuarentón que todavía ando mirando por la tienda.
La cosa no tendría importancia de no ser porque es la tercera vez que me pasa. Las dos anteriores fueron con un abrigo y con un tocadiscos. En fin, seguiré con mis zapatos gastados y mis botas de lluvia.